"La función última de la crítica es que satisfaga la función natural de desdeñar, lo que conviene a la buena higiene del espíritu." -Fernando Pessoa
En la entrada anterior me la jugué por los temas trascendentales, pero hoy, a la una de la mañana con la barriga llena de CocaCola y en la tranquilidad que le da a uno la casa de los papás, puedo decir que los días llenos de superficialidad a veces son un respiro de tanta pensadera en pendejadas.
Si! Acepto! Soy superficial, a veces incluso se me va la mano criticando los zapatos o la cartera de la que va caminando adelante, a los lados, o atrás. A veces me río de cosas de las que no debería, juzgo a la gente por mañé o por ordinaria, se me llena la boca diciendo quién va bien vestido o quién habla mal. A veces, sólo a veces, me creo, como diría mi papá, con una frase muy suya, "mi Dios con el culo afuera". Pero es que difícilmente encuentro algo más divertido que ser, por un momento, el juez universal, creerme mejor que los demás y señalar a mi antojo a los que creo que están haciendo algo mal.
Ya sé que en este ejercicio inocente no debo pasarme, debo reservarme mis opiniones y tratar al máximo de que el personaje "juez" se apodere de mi en la soledad o a lo sumo en los momentos en los que estoy con quien pueda entenderme y de pronto, también gozar en silencio con mis apreciaciones sobre los demás.