domingo, 15 de agosto de 2010

Noveno gesto: Medellín (segunda parte)

"...Fueron amores, tan diferentes, violentos, puros, renovadores, al recordarlos mirando el valle de tu paisaje, fueron tus ojos los que me hicieron beber el verde de tus montañas, cantar la tarde del aire tibio de tu belleza...."
-Claudia Gómez. Recuerdos de Medellín. Bambuco


Hace cuatro meses no venía por estos lares. La última vez salí de acá con un nudo permanente en la garganta y dije "va a pasar mucho tiempo, antes de que yo vuelva a este pueblo de mierda". Y es que esa semana santa, que de santa no tuvo nada, los planetas se habían alineado para que yo estuviera aburrida... muy aburrida. Y entonces, nunca volver fue la opción más sensata en ese momento. Y es que Medellín me estaba pateando el trasero. En cada esquina había algo o alguien recordándome una cantidad de cosas que yo estaba tratándome de sacar de la cabeza en ese momento.

Pasaron los meses y yo hice de todo por no tener que venir, que el trabajo, que un viaje, que no quiero, que no tengo nada que hacer allá, que me da fastidio, que hay alguien que no quiero ver, que no tengo amigos allá, que mis papás vinieron a visitarme y ya los vi, que no tengo plata... Cuando se me acabaron las excusas, compré un pasaje y me vine a mí pueblo. Muerta del susto, me bajé del avión, llegué a la casa de mis papás y respiré el aire de Medellín. Y todavía era menos denso, y todavía respirar era más fácil, y todavía escribir era más natural, y todavía la casa de mis papás me reconfortaba. Y salí a las calles, y vi a la gente que quiero. Y todavía eran mis amigos, y todavía se alegraban de verme, y todavía el clima me parecía increíble, y yo todavía reía a carcajadas sentada en un muro. Y aunque ahí estaban: el traqueto, la grilla, el accesorio blanco, los cabezas de paja por el pelo teñido, la ombliguera, el polyester, la chancla de fique, y todas esas cosas que a mí me dan un poco de vomito, yo todavía era feliz en Medellín.

Lo anterior, evidentemente no quiere decir que vaya a volver... no, para yo poder amar a Medellín tengo que estar lejos. Pero esta pequeña visita me sirvió para hacer las paces con mi pueblo, y para dejar de asociarlo con mis odios y mi tristeza. En conclusión, no canto victoria, pero esta vez me fue bien: otra vez soy feliz en Medellín.

martes, 10 de agosto de 2010

Octavo gesto: de la razón...

"ni que fuera hija de la peor mama"
-dicho de mi mamá


Por mi personalidad, odio no tener la razón. Cuando voy perdiendo en una discusión subo la voz o acudo a la ironía para desbaratar a mi contrincante. Cuando definitivamente la platica se perdió, simplemente me retiro con ínfulas de grandeza y una cara de incomprendida, como para apelar al último recurso: hacer pensar a mi contrincante que si no me entiende es porque simplemente es un ignorante de mierda.

Cuando se trata de mi mamá, la cosa empeora. Darle la razón a la mamá, es una de esas cosas que creo que a casi cualquier humano le da mucha dificultad hacer, por lo menos en voz alta. Como cuando uno era chiquito y no se amarraba los cordones "¡CUIDADO! SE VA A CAER" más se demoraba la mamá en decir eso, que uno en estarse mirando la rodilla raspada. O cuando, generalmente ya más grande, la mamá le dice a uno "Lleve saco, va a llover" y uno no le hace caso, y tan pronto llega a su destino, suena el trueno que anuncia que como casi siempre, mamá tenía razón. Además, la sal de mamá es verídica. "No lleve carro que se lo roban", tome su susto a las 3am porque le robaron el carro. "Ese niño no le conviene" tome sus 10 litros y medio de lágrimas llorando al niño ese. De esa manera, la vida se va encargando de demostrarle a uno que tiene que hacerle caso a la mamá, a como dé lugar.

Pero como además de todos mis defectos, soy terca, siempre me había empeñado en no hacerle caso a mi mamá, sobretodo cuando se trataba de temas sentimentales. Yo siempre sentí que mi mamá y yo teníamos maneras muy distintas de ver la vida, principalmente las relaciones con los hombres. Sin embargo, hoy, a mis 25 años, sentada en la casa de mi mamá, debo reconocer algo importante: MI MAMÁ SIEMPRE TUVO RAZÓN.

Desde que tengo uso de razón, mi mamá se ha empeñado en hacerme entender que a los hombres no les gusta que los quieran. Ojo, uno siempre puede querer a los hombres, pero en el mundo de mi mamá no debe demostrarlo tanto. Mejor dicho, el justo medio: ni tanto que queme el santo, ni tampoco que no lo alumbre. Definitivamente ahora logro concluir que si le hubiera hecho caso a mamá, todo sería más simple. Si desde el principio hubiera logrado entender que a los hombres les encanta que los hagan sufrir, y por eso se portan mejor, me hubiera evitado muchos líos. Ejemplo 1: la niña tiene novio, o chico o lo que sea; el niño (que no es el novio) quiere estar con ella; la niña está confundida, no sabe si despachar al novio, o chico o lo que sea, para estar con el niño; el niño, insiste; la niña echa al novio, o al chico o a lo que sea; la niña busca al niño; el niño se alegra profundamente, pero ahora es él quien está confundido. Conclusión 1: es altamente probable que si la niña nunca hubiera terminado con el novio, o chico o lo que sea, el niño la hubiera querido para siempre. Ejemplo 2: la misma niña, el mismo niño; el niño aclara sus ideas, concluye que la quiere; la busca; la niña ahora nuevamente está confundida; el niño insiste, la niña cede; el niño y la niña están bien; la niña enloquece un poco (la edad) no sabe qué quiere, no sabe si quiere estar con él; la niña se lo dice de frente (es de buena educación decir la verdad); el niño la quiere profundamente, sufre en silencio porque la niña duda si quiere estar con él, le parece increíble que quepa la menor duda si él siente que ese amor es tan fuerte, tan puro, tan de verdad; la niña cae en la cuenta de su error (nuevamente es la edad); busca al niño, están bien... el niño se olvida de tanto amor, el niño se olvida de hacerla feliz, el niño se olvida de hablarle... ella le da las señales, trata de hablar con él, le manda cartas, correos, señales de humo, él no se da cuenta de que ella todavía está ahí. Conclusión 2: es altamente probable que si la niña dudara del amor que siente por el niño, el niño estuviera constantemente recordándole que la quiere y que quiere estar con ella.

Así, con estos dos ejemplos acomodados a mi antojo (porque es mi blog), puede verse claramente que si las niñas les dicen a los niños que los quieren, que quieren estar con ellos, o cosas por el estilo, los niños generalmente se olvidan de que si bien uno los quiere, también hay que cuidar las cosas y nunca, nunca olvidarse de hablar... Y no es que yo crea en los amores perfectos... es que simplemente he concluido, después de los años que cuando mi mamá me decía: las niñas no llaman a los niños, tenía mucha razón. Y pobre de mí, que en mi infinita estupidez, siempre pensé que el amor era de parte y parte....