lunes, 1 de noviembre de 2010

DÉCIMO SEXTO GESTO: ¡Feliz cumpleaños, Medellín!

"...Porque si seguimos bajo este modelo mental, no alcanzarán los árboles que quedan para hacer los ataúdes de todos los delincuentes que todavía faltan por nacer."
-William Ospina. El viejo remedio.

Hace algunos años me fui de Medellín. Salí a estudiar y el regreso se me embolató un poco. Seis años para ser exactos. En este tiempo estando lejos han pasado muchas cosas: entré a la universidad y salí politóloga, ahora trabajo en cosas serias; los amigos han ido y venido, y ahora cada vez tengo menos en casa; he visto cambiar a mi ciudad, la he visto transformarse en una ciudad más bonita, más limpia y aparentemente, menos violenta.

Cuando me fui, había cosas que me molestaban profundamente. Pendejadas. Cosas a las que ahora no les pongo tanta atención. Sin embargo, hoy hay otras cosas que me molestan, cosas que me perturban mucho más y que espero con todo mi corazón que nunca me vayan a parecer pendejadas.

Medellín todavía es una ciudad muy violenta. Todavía mi gente se mata en las esquinas. Todavía hay muertos en las aceras y balaceras en las noches. La gente joven todavía compra armas para asesinar a otra gente joven. Lo más grave de todo, es que en Medellín esto parece no importarle a nadie. Los paisas somos regionalistas, es cierto. Pero a riesgo de sonar cansona, yo digo que es cuando nos conviene. Mientras nos dicen que nuestra ciudad es lo mejor, sonreímos de oreja a oreja y nos llenamos la boca de cosas hermosas. Pero si nos preguntan por las cosas que están pasando en casa, por los muertos, los toques de queda, las pandillas o los combos, bajamos (ojo que me incluyo) la cabeza y negamos saber algo. Claro, como esas cosas no salen en El Colombiano...

Pero sí señores. En la ciudad de la eterna primavera la gente se está matando. En el mejor clima del mundo, hay una generación exterminándose sistemáticamente a sí misma. Creo que como los alcohólicos o los drogadictos nos tocará decir que reconocerlo es el primer paso. Nos tocará aceptar que aunque hemos hecho esfuerzos sobrehumanos por destruir los estigmas de la ciudad (cosa que encuentro maravillosa, no faltaba más), la herencia de nuestra violencia pasada está acabando con un sector de nuestra ciudad. Nos tocara, señores, dejarnos de hacer los de la vista gorda. Porque hasta ahora decir que Medellín es el mejor vividero del mundo no nos ha servido de mucho.

La alegría del cumpleaños de mi ciudad, está empañada por tanta sangre. ¡Feliz cumpleaños, Medellín! Mi deseo con la velita es que ojalá en algún momento de la celebración nos quede tiempo para pensar qué hacer con vos y para reflexionar que tanta alharaca por tu cumpleaños sirve muy poco para que no sigamos reproduciendo las cadenas de violencia que han hecho que vos, la mejor ciudad del mundo, seás para muchos el valle de la muerte.