Yo estoy bien lejos de mis 77 años, y sin embargo no puedo evitar sentir un poco de nostalgia por el pasado. En estos días, cuando las vidas de todos empiezan a cambiar (trabajos, matrimonios, hijos), yo a veces siento que quiero volver atrás. Y no es que quiera volver a ser chiquita, ni mucho menos adolescente (¡válgame dios!), pero a ratos me dan ganas de volver a otros momentos, no tan lejanos. Mi pasado no fue mejor. Eso no es lo que quiero decir. Lo que quiero decir es que a ratos se me alborota la añoranza. Por ejemplo me acuerdo de mi último año de colegio, cuando todo era tan definitivo, cuando iba a decidir qué iba a ser cuando fuera grande, cuando me iba de la casa, y no sabía qué iba a pasar. También me acuerdo de mi primer semestre de universidad, cuando creía que era grande, que ya podía con todo, que era madura, y que todo iba a estar bien. También me acuerdo del año pasado, cuando era tan feliz, cuando disfrutaba de trasnochar quejándome en twitter porque no terminaba la tesis, cuando estaba empeñada en jugar a ser completamente libre, cuando creía en la gente.
Y no es que ahora no sea feliz. Es que cada momento que pasa me siento más grande. Me dan ataques de responsabilidad, cada vez duermo menos. Y aunque soy una niña y creo que siempre lo seré, a ratos me atrapa como la nostalgia y me acuerdo de cosas que en realidad deberían quedarse guardadas, no porque sean malos recuerdos sino porque hay heridas que no han sanado tanto, y a veces, cuando tengo frío, me arrugan un poco el corazón.