miércoles, 15 de septiembre de 2010

DÉCIMO PRIMER GESTO: El pasado.

Dice mi abuelita, a cada rato, que todo tiempo pasado fue mejor. Ella no lo duda ni por un segundo: tenía la piel lozana, las piernas fuertes, los ojos brillantes, y toda la vida por delante. Le tiembla la voz cuando habla de su juventud, de cuando conoció a mi abuelo, de cuando se casaron, de cuando nacieron mis tías. Habla con una nostalgia infinita de cuando él estaba vivo y eran felices. Y no es que ahora mi abuela no sea feliz: vive tranquila, juega cartas con sus amigas y recibe la visita de sus hijos y nietos. Pero a leguas se le nota que añora mucho el pasado.

Yo estoy bien lejos de mis 77 años, y sin embargo no puedo evitar sentir un poco de nostalgia por el pasado. En estos días, cuando las vidas de todos empiezan a cambiar (trabajos, matrimonios, hijos), yo a veces siento que quiero volver atrás. Y no es que quiera volver a ser chiquita, ni mucho menos adolescente (¡válgame dios!), pero a ratos me dan ganas de volver a otros momentos, no tan lejanos. Mi pasado no fue mejor. Eso no es lo que quiero decir. Lo que quiero decir es que a ratos se me alborota la añoranza. Por ejemplo me acuerdo de mi último año de colegio, cuando todo era tan definitivo, cuando iba a decidir qué iba a ser cuando fuera grande, cuando me iba de la casa, y no sabía qué iba a pasar. También me acuerdo de mi primer semestre de universidad, cuando creía que era grande, que ya podía con todo, que era madura, y que todo iba a estar bien. También me acuerdo del año pasado, cuando era tan feliz, cuando disfrutaba de trasnochar quejándome en twitter porque no terminaba la tesis, cuando estaba empeñada en jugar a ser completamente libre, cuando creía en la gente.

Y no es que ahora no sea feliz. Es que cada momento que pasa me siento más grande. Me dan ataques de responsabilidad, cada vez duermo menos. Y aunque soy una niña y creo que siempre lo seré, a ratos me atrapa como la nostalgia y me acuerdo de cosas que en realidad deberían quedarse guardadas, no porque sean malos recuerdos sino porque hay heridas que no han sanado tanto, y a veces, cuando tengo frío, me arrugan un poco el corazón.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

DÉCIMO GESTO: La paranoia.

No sé en realidad si esta entrada se debería llamar así. La situación empieza así, pero termina teniendo otra serie de implicaciones. De todas maneras, es la única palabra que se me ocurre para describir un fenómeno extraño que me sucede a ratos y que quiero poner en palabras a ver si de una buena vez lo erradico de mi vida. Pasa que cuando por ejemplo espero una llamada con ansiedad y me doy cuenta de que llevo un rato sin mirar el teléfono, o que por alguna razón lo tengo en silencio, o que se apagó, o que por confabulación de la naturaleza contra mí y mi llamada mi teléfono no tiene señal en ese momento... justo ahí en ese brevísimo lapso de tiempo que pasa entre el recordar la llamada y el momento en el que miro, o prendo, o arreglo el bendito aparato, se me ocurre que sólo por haberme dado cuenta de mi ausencia de teléfono y única y exclusivamente por haberme acordado de ella, la maldita llamada no sucederá nunca. Me explico (y sigo con mis ejemplos acomodados alegremente): el niño le dice a la niña "te llamo mañana", la niña espera con ansias la llamada del niño, mira su celular varias veces, la niña empieza a jugar con las otras niñas, hablan entretenidamente. La niña se olvida de la llamada del niño. El celular de la niña se descarga. La niña se da cuenta y lo conecta. Ahí pueden suceder dos cosas: 1. La niña se acuerda de la llamada en el momento en el que conecta el celular (en este caso, nunca llegará el mensaje que dice: "usted ha recibido una llamada deNIÑO"; 2. La niña olvida la llamada para siempre (en este caso, tan pronto como termine de prender el teléfono llegará el mensaje que dice: "usted ha recibido una llamada de NIÑO").

Esta paranoia tiene muchas otras implicaciones. Por ejemplo cuando pienso que va a pasar algo malo e inmediatamente pienso "tranquila, todo va a estar bien", a continuación pienso "ya nada va a estar bien porque yo pensé que todo iba a estar bien". Es un poco exagerado, lo sé, pero últimamente me pasa con todo... y no es que yo piense que el mundo está contra mí, es que hay situaciones que no son tan agradables y que pasan a diario. Por ejemplo, haber decidido olvidarse de alguien y verlo hasta en la sopa, no querer saludar a alguien y encontrárselo justo ese día y de frente, quererse poner un vestido al que le cayó vino y uno no se había dado cuenta. Todo lo anterior es llevadero, lo que sí es ABSOLUTAMENTE insoportable es lo contrario: querer ver a alguien y no verlo en ningún lado, esperar una llamada que nunca llega, mirar fijamente a alguien esperando un saludo que no sucede, o simplemente acordarse de alguien que uno está seguro que de uno, no se acuerda NUNCA.