lunes, 24 de enero de 2011

DÉCIMO SÉPTIMO GESTO: bloqueo

A writer is somebody for whom writing is more difficult than it is for other people.
-Thomas Mann


Pues si señores. Se me olvidó escribir. Tengo la cabeza vacía. No encuentro tema. No hay nada que me haga sentir que el pecho me va a explotar si no lo pongo en palabras o lo publico. Últimamente no tengo muchos tweets, ni muchas palabras para conversar. No tengo nada en la cabeza... ¡Nada!

Entonces alguien me recomendó escribir sobre el bloqueo. Empecé. En una hoja de papel (a veces se me facilita más el asunto en la posición tradicional) me dispuse a escribir sobre no tener nada para escribir. El resultado: una nueva lista de odios y repugnancias que acá va.

Primero. La gente que escribe sin tener nada qué decir. Como era de esperarse el ejercicio me empezó a producir odio. Odio porque así es que se llega a los escritos baratos. No tener nada para decir, aumenta el factor de riesgo de empezar a poner palabras en un papel sin tener ideas que las hilen. Me explico. Creería yo que la gran mayoría de los poetas de nuestro tiempo (mediocres, ordinarios, facilistas) hacen listas de palabras que suenan muy intelectuales. Ejemplo. Noche, placer, miedo, rojo, misterio. Sacan una que otra preposición (mal usada) de aquí y de allá, y ¡voilá! poesía maravillosa para recitarle a las niñas imbéciles que van por el mundo buscando poetas que les resuelvan sus asuntos pendientes con el sexo opuesto.

Segundo. Los jipis de boina tejida. Aclaro que son los de boina tejida, porque no todos los jipis me caen mal. Estos personajes se sientan en el suelo, huelen a incienso, se ponen boina tejida a la menor señal de frío, si fuman, es piel roja sin filtro por aparentar (ensayan mucho en sus casas para no ahogarse), pero puede que no fumen, porque el cigarrillo es químico y da cáncer. La marihuana por el contrario resulta muy saludable y su humo seguramente no daña los pulmones. Toman vino caliente y cantan Pablo Milanés a todo taco, quieren ir de vacaciones a Buenos Aires y conseguir un ser amado bonaerense con el mismo aire "bohemio" que ellos quisieran proyectar. Lo más grave de estos seres, es que a pesar de dárselas de libres y de liberales en general, son muy prejuiciosos, juzgan a quien no vive como ellos, se llevan por delante a quienes no tienen sus mismas ideas. Es aún más grave que escasamente son genuinos, la pose les dura hasta el siguiente lunes, cuando se tienen que devolver a ser gente decente, poniéndose saco y corbata para asumir sus labores de abogados o ingenieros. Mal. Muy mal.

Tercero. La sociedad del mutuo elogio. En la entrada pasada pensé en criticar de frente algo que sucedió en Medellín. No lo hice, no por respeto, sino por pereza de enfrascarme en una discusión bizantina acerca de mi supuesto odio hacia todo y todos en la ciudad. Ya ni siquiera me interesa aclarar que yo amo mi ciudad, creo que en la entrada anterior quedó bastante claro lo que siento. Lo que sí odio es este fenómeno que, aunque no estoy diciendo que es exclusivo de Medellín (¡Ni más faltaba por Dios!), si encuentro unos ejemplos bastante ilustrativos para este odio. (Ojo: los nombres y ejemplos usados en este blog no tienen nada que ver con la vida real). Ejemplo 1. En Medellín hay una empresa. La empresa monopoliza un mercado. En la empresa trabajan los novios, amigos, primos, sobrinos, familiares, amantes de otras empresas similares de la ciudad (mismo círculo para ser más claros). La empresa hace un producto. El producto es una mierda. Nadie es capaz de criticarlo. La gente en general no habla de él. Y los novios, amigos, primos, sobrinos, familiares y amantes de los responsables de semejante porquería, se alegran y postean el producto en facebook. Se sienten muy orgullosos. Nadie, nadie es capaz de decirle a los autores intelectuales y materiales que su producto es malo. Todo el mundo lo piensa y se lo calla.

Me tiene un poco sin cuidado el mal gusto que tiene esta gente del ejemplo. No es eso. Es que no se puede progresar si todo el tiempo se dicen los unos a los otros lo chimbas que son sus productos. Piense usted, amable lector ¿cuántas veces ha dicho "¡qué buen producto!" cuando en realidad lo que pensó fue "¡qué mierda de producto!"? ¿Por qué será tan difícil decir la verdad cuando se trata de trabajo? ¿No se supone que los "amigos" se dicen las cosas tal como son?

El bloqueo me abandonó hasta este punto. Y si piensa que esta entrada es una mierda, está en todo su derecho de decírmelo si me conoce y si no me conoce, deje su comentario.